Acuérdate de Mí George Gordon Byron, sexto Lord Byron
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando esté mi corazón
unido al tuyo en celestial alianzade mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual aurora,brillando en el recinto sepulcral:casi extinta, invisible, pero eterna...ni la muerte la puede mancillar.
¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumbano pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor torturaque el saber que has olvidado mi dolor.Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamáste pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.
El amor vive más allá de la tumba
Love lives beyond the tomb
Yo amo en los abismos,
Pues el fiel y verdadero amor
Yace en un sueño eterno;
La felicidad de las suaves nochesLlora en la víspera del rocío,
Donde el amor jamás es reproche.
Lo he visto en las flores,Y en la ansiosa gota de lluviaSobre la tierra de verdes horas,Y en el cielo con su inmortal azul.Lo he oído en la primavera,
Cuando la luz certera,Cálida y amable,
Flota sobre las alas del ángel,
Trayendo amor y música en el aire.¿Y dónde está la voz,
Tan joven, tan hermosa, tan radiante,
Que envuelve el encuentro de los amantes?El amor vive más allá de la tumba,
De la tierra, las flores y la sombra,Yo amo sus torturas,
Sus jóvenes y fieles tersuras.

John Clare (1793-1864)
De un templo sombrío, adorando la noche más oscura;
Frente a un sacerdote que oculta sus manos
Debajo de su túnica maldita,
Para que todos vean las flores sangrientas que brotan
Como gemas sobre los dedos, rojo sobre blanco;
Creciendo hacia las bóvedas del vértigo
Las trompetas del órgano tañen y se quejan:
Así es nuestro amor. ¡Oh, suaves y deliciosos labios
Dónde toda la sangre del mundo fluye hasta mi!
Oh, cintura etérea, mejillas pálidas, ojos de fuego,
Pequeños y firmes senos, gigantes caderas,
Oscuros cabellos de serpentinas trenzas
Que se deslizan de mis manos
En las horas del rojo deseo.
John Barlas (1860-1914)
La Lujuria de los Ojos
The Lust of the eyes
Amor Terrible Terrible Love
El matrimonio de dos asesinos en la oscuridadDe un templo sombrío, adorando la noche más oscura;
Frente a un sacerdote que oculta sus manos
Debajo de su túnica maldita,
Para que todos vean las flores sangrientas que brotan
Como gemas sobre los dedos, rojo sobre blanco;
Creciendo hacia las bóvedas del vértigo
Las trompetas del órgano tañen y se quejan:
Así es nuestro amor. ¡Oh, suaves y deliciosos labios
Dónde toda la sangre del mundo fluye hasta mi!
Oh, cintura etérea, mejillas pálidas, ojos de fuego,
Pequeños y firmes senos, gigantes caderas,
Oscuros cabellos de serpentinas trenzas
Que se deslizan de mis manos
En las horas del rojo deseo.
John Barlas (1860-1914)

La Lujuria de los Ojos
The Lust of the eyes
No rezo por el alma de mi Dama, aunque antaño haya adorado su sonrisa; Su destino final no me atormenta, ni cuándo su belleza perderá su encanto. Sólo me siento a los pies de mi Dama, mirando fijo sus ojos salvajes, sonriendo al pensar cómo mi amor huirá cuando su radiante belleza muera. No me atribulan las plegarias de mi Dama, pues sordo yace nuestro Padre en el cielo. Mi corazón late con alegre melodía al sentir que su amor me ha sido otorgado. Entonces, quién cerrará los ojos de mi Dama? Quién doblará sus frágiles manos? Alguien la asistirá cuando sus ojos lluevan, mientras, silenciosa, camine hacia las Tierras Desconocidas? Elizabeth Elenor Siddal.
Objecting to him neither Toying or Talking. Reprochándole que no jugara ni hablara.
Dices que no te amo
porque ya no juego con tus rizos,
ni me paso el tiempo besándote;
también me reprochas que no invento
un juego para las niñas de tus ojos.
Juro por la religión del amor:
Cuando menos lo digo, más amo.
Solo los dolores leves pueden expresarse,
se sabe que los barriles llenos no hacen ruido.
Las aguas profundas son silenciosas,
las corrientes ruidosas no tienen hondura.
Por eso, cuando el amor es mudo
expresa una profundidad
y esa profundidad es infinita.
Y ya que mi amor es tácito,
comprenderás que hablo poco
porque amo demasiado.
porque ya no juego con tus rizos,
ni me paso el tiempo besándote;
también me reprochas que no invento
un juego para las niñas de tus ojos.
Juro por la religión del amor:
Cuando menos lo digo, más amo.
Solo los dolores leves pueden expresarse,
se sabe que los barriles llenos no hacen ruido.
Las aguas profundas son silenciosas,
las corrientes ruidosas no tienen hondura.
Por eso, cuando el amor es mudo
expresa una profundidad
y esa profundidad es infinita.
Y ya que mi amor es tácito,
comprenderás que hablo poco
porque amo demasiado.
Robert Herrick (1591-1974)
Amor Eterno
Gustavo Adolfo Becquer.
Gustavo Adolfo Becquer.

Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá!
Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
Gustavo Adolfo Becquer.
Al lector
Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
La mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
Nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.
Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
Con creces nos hacemos pagar lo confesado
Y tornamos alegres al lodoso camino
Creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.
En la almohada del mal, es Satán Trimegisto
Quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntrego se evapora por obra de ese alquímico.
¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
E, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
Bajamos hacia el Orco un diario escalón.
Igual al disoluto que besa y mordisquea
El lacerado seno de una vieja ramera,
Si una ocasión se ofrece de placer clandestino
La exprimimos a fondo como seca naranja.
Denso y hormigueante, como un millón de helmintos,
Un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas
Y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones
Desciende, río invisible, con apagado llanto.
Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,
No adornaron aún con sus raros dibujos
El banal cañamazo de nuestra pobre suerte,
Es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.
Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,
Los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,
Los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,
En la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza
¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!
Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos
Convertiría, con gusto, a la tierra en escombro
Y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;
¡Es el Tedio! -Anegado de un llanto involuntario,
Imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,
-¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!
La mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
Nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.
Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
Con creces nos hacemos pagar lo confesado
Y tornamos alegres al lodoso camino
Creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.
En la almohada del mal, es Satán Trimegisto
Quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntrego se evapora por obra de ese alquímico.
¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
E, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
Bajamos hacia el Orco un diario escalón.
Igual al disoluto que besa y mordisquea
El lacerado seno de una vieja ramera,
Si una ocasión se ofrece de placer clandestino
La exprimimos a fondo como seca naranja.
Denso y hormigueante, como un millón de helmintos,
Un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas
Y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones
Desciende, río invisible, con apagado llanto.
Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,
No adornaron aún con sus raros dibujos
El banal cañamazo de nuestra pobre suerte,
Es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.
Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,
Los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,
Los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,
En la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza
¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!
Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos
Convertiría, con gusto, a la tierra en escombro
Y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;
¡Es el Tedio! -Anegado de un llanto involuntario,
Imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,
-¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!